Corría el año 2011 cuando tuve una de esas crisis existenciales por las que, el que más y el que menos, pasamos alguna vez en nuestra vida.
Buscando mi pasión
Desde niña aprendí a amar las guitarras, porque percibía día a día el amor que mi padre sentía por ellas. Y aunque en su momento elegí tomar las riendas del negocio y volcar mi vida en él, con el tiempo tuve mi momento de replanteármelo todo, y me preguntaba si ese era verdaderamente mi camino o si lo había escogido contagiada por la pasión que transmitía mi padre.
Es curioso cómo la vida utiliza caminos misteriosos para responder a preguntas tan trascendentes, y fue así como sucedió en este caso.
La firma de Amalia
Justamente en esos días llegó un correo muy especial a mi taller de un señor que, en principio, pedía información sobre nuestras guitarras, pero que luego continuaba con una nota dirigida específicamente a mí. Decía lo siguiente:
“Quiero también enviar un saludo a doña Amalia, he visto sus vídeos y me llamó mucho la atención su firma; la A de Amalia es una estrella de cinco puntas, la estrella flamígera o el pentagrama geométrico, representado en la cábala judía como una figura mágica, un portal entre el cielo y la tierra, que representa al hombre dentro del universo (Leonardo Da Vinci lo dibujó muy bien).
O sea, la trascendencia o lo que la Sra. Amalia quiere es dedicarse a la creación, más allá de una guitarra, de un instrumento muy especial, que conecte la esencia, la chispa divina del artista con el universo, o sea, con Dios. Esa es la verdadera inspiración, el fervor, celo y constancia que nos lleva a hacer cosas extraordinarias. ¡Yo la felicito!”
En fin, poco se puede añadir a tan hermoso mensaje, pero lo cierto es que entendí la respuesta, grabada en mi firma, que la vida me trajo a través de este caballero y continué, feliz, por este camino que elegí obedeciendo a mi corazón.
Amalia Ramírez.