No cabe duda de que a don Andrés Segovia debemos la plena difusión de la guitarra española en el mundo, tarea que emprendió y concluyó con un instrumento Ramírez entre las manos. Tras sus pasos, un caudal de concertistas mantuvo la guitarra clásica en los más selectos coliseos del planeta y, con él, fueron atrayendo la atención de valiosos compositores que dotarían al instrumento de un repertorio propio más ancho y profundo.
Por su parte, la hermana popular de la guitarra española, sonanta, le apodaron, no sin cierta sorna despectiva al comienzo, creció en recias manos folklóricas. Nobles manos que, en Andalucía, ingeniarían un peculiar sistema de técnicas, de pulgar y rasgueado básicamente, con las que crearán su propio repertorio diferencial y minimalista, de variaciones y falsetas encantadoras. Alimentándose de su pariente clásica, de sus arpegios, trémolos, horquillas, armónicos y armonías, irá creciendo, mejorando, ganará en entidad y concepto musical.
Los llamados flamencos, artistas profesionales de primera línea, fueron siempre ejecutantes y creadores, únicos responsables de la conformación y el enriquecimiento de un patrimonio musical que se expresa desde hace más de un siglo con planteamiento, nudo y desenlace. Ya a fines del XIX luchaba por hacerse escuchar en solitario el eminente Miguel Borrull Castello, alumno que fue de Tárrega y creador de la inicial pieza de guitarra solista que se mantiene en nuestro repertorio, la rondeña gitana -al parecer compuesta con una Ramírez de primera generación-, que heredó mejorándola don Ramón Montoya.
Pero antes que en España, quisieron disfrutar en París, en Argentina o en Nueva York, de las decimonónicas bajañís solistas de Borrull, de Paco de Lucena, de Montoya o de Luis Yance. Una triste realidad que obligará a nuestros genios a lanzarse al mundo en el quijotesco empeño de ganarse un auditorio propicio. Quedó demostrado que los concertistas de guitarra flamenca caballeros de la triste figura eran en su tierra y felices músicos aclamados fuera.
Nuestros hidalgos de sonanta en astillero -léase, guitarrería Ramírez-, estos artistas que fueron capaces de conquistar los oídos del planeta con su música y equipararse con las eminencias de la guitarra clásica -Segovia por delante-, actuando en los mismos odeones y en fechas equiparables, grabando para las mismas casas discográficas y con unos mismos productores, los de mayor rango en cada lugar, fueron unos soñadores que se lanzaron al infinito con guitarras José Ramírez en ristre. Ellos, cual hizo Segovia con la suya, pusieron la sonanta en órbita.
El primer recital en solitario de Sabicas
El venerado epónimo de la sonanta mundial, Agustín Castellón Campos, Sabicas, el concertista que desde Nueva York nos enseñó por correspondencia, cuando a punto estaba el Ayuntamiento de Madrid de rendirle honores durante un recital en sacrosanto lugar y señalada fecha, el 15 de mayo de 1987, quiso corresponder al guitarrero Ramírez de este modo:
“En el programa del Teatro Real no olvidéis poner, Guitarras Ramírez, porque estoy tocando con guitarras de Ramírez ya hace veinte o veinticinco años, y siempre lo anuncio en los conciertos, ‘guitarra José Ramírez’. Son costumbres de allá, de Estados Unidos. Nosotros nunca hemos anunciado acá guitarras, ni cuerdas, ni nada, pero en Estados Unidos, sí. Les gusta”.
Saludable hábito que no acaba de hacerse extensivo al territorio patrio, cual ocurre con el gusto por detenerse a escuchar una buena guitarra. Todo se andará, la esperanza nunca se pierde, pero está verde todavía.
Sucedió el viernes 22 de mayo de 1959 en el Town Hall de Nueva York. Aquel primer recital en solitario de Sabicas, marcará un antes y un después en su carrera y en la de la historia de la sonanta de concierto. Sabicas demostró ser el auténtico virtuoso, parangonándose, en su terreno, a don Andrés Segovia en el clásico. Esta insoslayable aparición de Sabicas fue por una eventualidad, un contratiempo familiar de su compañero Mario Escudero que le impedía encarar la función a él destinada, ofreciéndosela a su compadre. Bien supo aprovecharla. En posterior ocasión allí comparecería Mario Escudero, y ambos en demás odeones, como el centro neurálgico reservado a los solistas, el Carnegie Hall.
A Mario Escudero, amén de, en su época, el concepto más inteligente de composición, se debe el uso de guitarras ‘negras’ en el flamenco, el empleo de guitarras clásicas adaptadas a la nueva función. Ejemplo de ello es el disco producido por el insigne Sid Feller, Escudero at El Porche (ABC S 492, 1964), grabado con una guitarra clásica construida por José Ramírez. La revista Guitarra Magazine (N.º 18. Enero-febrero, 1966) se asombraba:
“Por razones quizás solo conocidas por él, usa una guitarra Ramírez clásica de palo de rosa y no la tradicional flamenca de ciprés”.
Sabicas, en cambio, se negaba a otra guitarra que no fuera de las ‘blancas’ -de ciprés. Por encima de eso, juntos, plasmaron en Manhattan los que fueron mejores ejemplos de dúo de sonantas, dos discos sensacionales y el hito que supuso Sabicas and Escudero. Flamenco styles on two guitars (Montilla Instrumental FM-105, 1957).
Por Mario Escudero jr., supimos los prolegómenos de aquel concierto inaugural de su padrino Sabicas, sustituyendo a Escudero: “Esto era práctica común entre Sabicas, mi padre y también Carlos Montoya, cuando cualquiera de ellos no podía cumplir con un contrato para dar algún concierto”.
Carlos Montoya, abanderado de la sonanta solista
Y hete aquí el nombre que faltaba, Carlos Montoya, en muchos aspectos el más representativo de esta historia, porque, calidades aparte, a él se debe en verdad la especialidad de sonanta solista en la que se mantuvo de abanderado hasta el final.
Probó en 1945 a ofrecer un recital de pequeño formato en el estudio neoyorquino de La Meri, y la respuesta fue positiva con más de cien personas abarrotando la salita.
En 1948 se decidía definitivamente por el concertismo y fue él y sólo él con su guitarra José Ramírez, quien, de avión en avión, logró en el globo las máximas audiencias e interés por la guitarra.
En 1964 improvisó su más feliz disco, Adventures in flamenco! (ABC Paramount ST 90116), con la Ramírez flamenca que sostiene sonriente en portada y, pasada una década, con otra Ramírez grabará su obra más ambiciosa: Suite flamenca with full symphony orchestra (United Artist 89128 I). La reconocida alumna norteamericana de Carlos Montoya, Anita Sheer, no quiso ser menos, y, dándole a otra Ramírez, dejó su producción discográfica.
Mucho antes, cuando al joven Carlitos le tocó pringar de soldado español en un conflictivo Marruecos en guerra, en vez de pegar tiros, le puso los primeros acordes a un legionario que será ebanista y padre del portento llamado Víctor Monge, Serranito, el que además de aprenderse de niño esas posturas, inventó e impuso, al fin, la guitarra de concierto en España. Siempre de la mano de José Ramírez y familia. A él llegaremos.
Juanito Serrano
De momento el refresco de la sonanta solista llegó, naturalmente, de España, y a los nombres de Carlos Montoya, Sabicas y Mario Escudero se sumó el de Juanito Serrano, quien se abre las puertas del mercado estadounidense con otra José Ramírez; la empleada en la grabación con la que causó el asombro, Ole la mano (Elektra EKS-7227, 1962), pieza discográfica registrada por empeño de su amigo Theodore Bikel, desde el mismo centro planetario de la música popular, el Greenwich Village de la Gran Manzana.
El 10 de febrero del 64 compartía Serrano con Andrés Segovia protagonismo en el diario español ABC, con motivo de unas actuaciones de ambos en Washington:
“La guitarra consagrada y universal de Andrés Segovia, y la guitarra joven, prometedora, del artista flamenco Juan Serrano, coincidieron en la capital de Estados Unidos. Entusiastas aplausos acogieron a los dos”.
Se acompañaba la información con una imagen de ambos tomada en Bogotá, Colombia, el año 1959, donde Juan aparece con su Ramírez flamenca en mano.
Ricardo Baliardo, más conocido como Manitas de Plata
Abrocha la colección de guitarristas flamencos que hicieron que el género sonase en el planeta, gracias a la plataforma de lanzamiento neoyorquina, el francés Manitas de Plata, sin duda quien ganó mayor resonancia mediática. De tal calado fue el impacto del fenómeno Manitas, avalado por Picasso y Dalí, que en su debut estadounidense hasta el Carnegie Hall le brindó un día de más -algo impensable antes y después-, y Pau Casals lo eligió en 1965 para representar a Europa en la gala anual de la ONU.
Lo importante fue que convenció -y no cómo- a una mayoría de las bondades del arte que representaba, vendiendo discos en cantidades semejantes o superiores a Bob Dylan, Pink Floyd o Carlos Santana. El primero y neurálgico, Manitas de Plata. Flamenco guitar (José Ramírez III 1964), lo plasmó, por supuesto con su José Ramírez, para una discográfica del Village, Connoisseur Records/Vanguard.
El vinilo, superventas que deja en pañales a cualquier otro récord de la especialidad, se hizo acreedor del Gran Premio del Disco de la prestigiosa Academia Charles Cros francesa, institución que partía el bacalao en el sector. Digamos, de paso, que dicho microsurco salió en el 64, cuando las primeras grabaciones solistas de Paco de Lucía y Manolo Sanlúcar.
Víctor Monge, Serranito, y Manolo Sanlúcar
Ya por entonces Víctor Monge, Serranito, sin duda el máximo exponente flamenco de las guitarras Ramírez -casi un hijo para José Ramírez III, hombre de corazón flamenco-, había concebido y plasmado un repertorio propio, flamenco y virtuoso en grado sumo, esforzándose por imponer en su tierra la sonanta de concierto. Con una Ramírez hermana de la que utilizaba Andrés Segovia, pero adaptada al flamenco1, lo logró, igual que, viajero, les abriría a sus compañeros las puertas al mundo. A su estela, los citados Paco de Lucía y Manolo Sanlúcar se pusieron en marcha hasta componer ese triunvirato que nos ha regalado la plenitud del presente
Manolo Sanlúcar pronto hizo gala de su preferencia por Ramírez, uniendo su imagen a la de la firma y, cual Serranito, dejando obras inmarcesibles para -de momento- gozo del ser humano y ya se verá si también de los extraterrestres. Muchas de las mismas las interpretó a dúo de Ramírez con su hermano Isidro Muñoz.
Ítem más: Si Paco de Lucía no empleó guitarras Ramírez públicamente -porque tenerlas, las tenía-, fue por respeto a su padre, quien tuvo un pequeño desencuentro con José Ramírez II, herencia indeseada que, como tal herencia paterno-patriarcal, hubo que atender2, aunque con los posteriores Ramírez brilló la paz y la concordia.
José Ramírez y su relación con los guitarristas flamencos
El listado de flamencos abordando su arte merced a una José Ramírez es interminable. Entre los conquistadores establecidos en Manhattan, íntimo de Sabicas y Escudero, nos queda el madrileño Paco Juanas; él presume de su Ramírez del 77: “Es la mejor que tengo”. Innecesario fue en aquellos tiempos gloriosos del flamenco en EE. UU. llegarse hasta Madrid para conseguir una Ramírez. En Nueva York se mantuvo entre 1929 y 1988 la famosa Casa Moneo, un micro-hipermercado (sic) de lo español donde se podía conseguir desde alimentos con D.O., hasta mantillas, discos y guitarras de José Ramírez.
Si desde América nos llegó un Sabicas convertido en ‘Rey del flamenco’, allí mismo otro destacado embajador de nuestro arte, el sevillano Emilio Prados, se autonombró ‘Atalaya de flamenco’ porque el reinado adjudicado estaba; un Emilio que siempre hablo a través de su Ramírez. Antes de cruzar el Atlántico, Prados actuaba y grabó en Barcelona junto a otro excelente guitarrista que tañía Ramírez y fue capaz de cubrir el puesto de Sabicas con Carmen Amaya. Hablamos de Andrés Batista, flamenco catalán que nos ha legado una obra impresionante.
Por igual catalán es el famoso Peret, quien como guitarrista que era, acompaña a Carmen Amaya y Antonio Gades en la celebrada película Los Tarantos. Y en más discos actúa de tocaor, sólo que como Rey de la Rumba se le conoce, marcando el ritmo del ‘ventilador’ sobre una espléndida Ramírez; véanle ahí, en Eurovisión, representando a la nación con un consejo, “Canta y sé feliz”. A Peret le discutió el trono rumbero otro catalán, este, Antonio González, El Pescaílla, guitarrista de superiores capacidades y del orbe conocido por su matrimonio con Lola Flores. Pues bien, él también tiró de Ramírez.
Aquende y allende los mares los más destacados intérpretes tocan o han tocado guitarras Ramírez. Por ejemplo, el queridísimo Juan Carmona, Habichuela y su compañero granadino Juan Maya, Marote, cuando ambos revolucionaron el ambiente guitarrístico capitalino a comienzos de los años 60.
Antes, en 1957, Román el Granaíno dejó grabada en París, con su Ramírez, la primera antología de la guitarra flamenca en microsurco. Y pienso en aquel diamante en bruto que fue Niño Miguel, con su impecable Ramírez de palillos recién estrenada en la portada de su segundo álbum, Diferente (Philips 63 28 206, 1976); buscando mejorar su sonoridad los responsables de la discográfica resolvieron la papeleta acudiendo a Ramírez.
Muchos de los que con Víctor Monge compartieron camino, cuando José María Íñigo anunciaba en TVE a “Serranito y sus guitarras”, tomaron también la Ramírez: Manzanita, Ian Davies, Miguel Rivera, Felipe Maya, Monchi, El Entri…, y otros muy cercanos, como José Antonio Rodríguez o Jin Oki. En el listado interminable de cultores flamencos sobre Ramírez aparecen Antonio de Córdoba, Moreno de Herrera, Pepe Tovar, Fernando Pucherete, Martín Perea, Antonio el Muñeco, el extremeño Miguel Vargas, Niño Jero, Celia Morales, El Mami…, las superlativas guitarras actuales de José Luis Montón, Raúl Mannola, José Luis Rodríguez hoy José Luis de la Paz, Santiago Lara, Paco Vidal, Miguel Ángel Cortés…, y hasta Ricardo Pachón o la familia de Federico García Lorca.
¿De dónde parte la querencia del gremio por Ramírez?
Fácil, ese apellido es responsable del modelo de guitarra flamenca que se impuso desde que, a fines del siglo XIX, en el marco de los cafés cantante, empezó a desarrollarse la sonanta profesional. A requerimiento de sus hacedores, José Ramírez I concibe la guitarra de Tablao, de mayor volumen sonoro conforme al más amplio auditorio a saciar.
Su hermano y discípulo Manuel Ramírez, desarrolla la plantilla hasta perfilar el patrón de la actual guitarra flamenca; en su taller se formaron Santos Hernández, Modesto Borreguero, Domingo Esteso… Los continuadores de José Ramírez I -Manuel no dejó descendencia-, será su familia directa –estamos en la quinta generación, tuvimos a José Ramírez IV y tenemos a su hermana Amalia Ramírez como cuarta generación y sus sobrinos (e hijos de José Ramírez IV) Cristina y José Enrique como quinta– y los sucesivos aprendices que se fueron convirtiendo en insignes maestros: Marcelo Barbero, Paulino Bernabé, Manuel Rodríguez, Contreras, Arturo Sanzano, José Romero, Pedro de Miguel, etc., e, indirectamente, Miguel Rodríguez, Francisco Simplicio, Arcángel Fernández… Alabada palabra de guitarra.
Ramírez es un apellido de caché en el mundo del flamenco, donde se vende caro.
Por no mentar a Tina Ramírez, que en Nueva York fue una institución de la danza española, tuvimos en Jerez al venerable bailaor Ramírez, Antonio, un hombre mítico, y su hermano, el cantaor Juan Ramírez, nos ha legado un estilo por soleá. De ambos hereda arte y apelativo el actual Juan Ramírez, alicantino portentoso que, si bien ocupa un lugar preferente en el baile, se inició como cantaor, cuando le decían Gitanito de Oro; sin embrago, desconocida es su faceta de excelente guitarrista.
Y, cómo no, Ramírez es la guitarra misma. Dicho en sevillano: un ‘arma mía’ cargada de futuro.
Autor del artículo: José Manuel Gamboa.
Notas del autor
1Hoy está disponible este modelo Tradicional Serranito, que ha retomado la familia Ramírez en homenaje al maestro y en semblanza de una amistad.
2Y repercutió no sólo en Paco y sus hermanos, sino en la profesión misma. Esto explica cierto desapego ocurrido en España por un tiempo entre flamencos y Ramírez, efecto del enfrentamiento de patriarcas.