Manuel Ramírez de Galarreta y Planet nació el 26 de mayo de 1864 a las 23h en Alhama de Aragón, que mi padre describe como bella e imponente localidad aragonesa donde, el padre de Manuel, de nombre Domingo Ramírez de Galarreta y Martínez Abad, residió junto a su familia durante unos años, al parecer con motivo de la construcción de un puente, ya que era constructor. No sé cuántos años le llevó aquella obra, pero sí sé que Manuel paso su infancia en dicho pueblo de Zaragoza.
Su segundo apellido, Planell, y que también figura como Planet, me ha invitado a hacer un juego, quedándome con la versión “Planet” como la que más me gusta por razones que se explicarán si siguen leyendo.
Personalidad de Manuel Ramírez
Como soy astróloga, no he podido evitar la tentación de calcular su carta astral, que confirma muchas de las pocas cosas que, a través de mi padre, sé de él.
Con Júpiter coronando su medio cielo, debió de tener un carácter exuberante, optimista y osado, lo que con seguridad le tuvo que animar a cometer no pocos errores y, también, muchos aciertos en sus decisiones, porque es verdad que el que no se atreve no hace gran cosa con su vida.
Además, con un Ascendente en Acuario, con su Sol en Géminis, vinculado armónicamente con la Luna en Acuario, y con Saturno en Libra, posición privilegia para este planeta que tanto le definió, no cabe duda de que fue un hombre original, de gran personalidad, y ante todo justo, con una acusada creatividad que le llevó a ser uno de los más grandes y universalmente reconocidos constructores de guitarras de todos los tiempos. Seguramente se le “pegó” algo de la tierra que le vio nacer y crecer, conocida por la nobleza de su gente.
Inicios como guitarrero
Su vida no debió de ser fácil, marcada por la lucha y el esfuerzo, por golpes de fortuna y también por infortunios y desengaños, como llevada por oscilaciones extremas de una experiencia a otra. Llama la atención cómo en una carta como la suya se observa que su prestigio traspasaría fronteras, afianzándose con el paso del tiempo, aun después de su muerte, como un recuerdo indeleble en las mentes y en los corazones de los amantes de la guitarra.
Mi tío bisabuelo Manuel se inició en el oficio de guitarrero de la mano de su maestro y hermano mayor, José, con quien empezó a trabajar a la edad de 18 años. Parece ser que fue en Cava Baja 24 donde se estableció el primer taller y donde José enseñó el oficio a Manuel entre 1882 y 1886 / 87, aunque no está muy claro si fue Manuel o fue José quien decidió independizarse, ya que el taller de Cava Baja en realidad estaba en la vivienda de Manuel.
Por lo que he podido deducir, entre la información que recibí de mi padre y la documentación que ha caído en mis manos posteriormente, entiendo que Manuel, probablemente consciente de su talento e impaciente por desarrollar su propia obra, fue quien primero tomó la iniciativa, anunciándole a su hermano su intención de instalarse en París. Fue entonces, entre 1886 y 1887, cuando José se trasladó a la Plaza del Rastro nº 4, y allí permaneció durante un año hasta que se trasladó a Concepción Jerónima 2.
Asimismo, José ayudó económicamente a Manuel para que pudiera emprender su aventura. Sin embargo, Manuel no se fue a París según lo previsto y permaneció en Cava Baja 24, lo que creó una fisura irreparable entre los hermanos y nunca volvieron a hablarse.
Tanto es así que en el taller de mi abuelo, José Ramírez II, había una prohibición tácita a mencionar a Manuel y fue mi padre, José Ramírez III, quien reunió la información que buenamente pudo sobre Manuel y volvió a recuperarlo como parte de la familia que era. Esta es la razón de que haya tanta imprecisión acerca de lo que realmente sucedió entre los hermanos, aunque su sobrino José Ramírez II heredará lo que había en su taller al no tener descendencia.
Lo cierto es que podemos decir que Manuel se instaló como guitarrero independiente en Cava Baja 24 en 1886 / 87, cuando José se fue. Y después se trasladó a la Pza. de Santa Ana 1890, viviendo aún en la Cava Baja, y más tarde se estableció en Arlabán 11. Ahí continuó su taller después de su muerte dirigido por su viuda hasta 1921.
Su camino en solitario
Viendo cómo estaban los astros para Manuel en ese período, 1886 tuvo que ser un año en que debió de estar optimista, ilusionado con proyectos profesionales y viendo que todo eran facilidades para emprender su propio camino, seguramente se lo planteó a su hermano obteniendo su aprobación. No obstante, el año 87 fue un año duro para él, en que probablemente las cosas empezaron a torcerse, generando un mal ambiente a nivel familiar, ya que los cambios no fueron precisamente los esperados, pero no se ve en ningún momento la más remota intención por parte de Manuel de defraudar a su hermano.
El año siguiente, los planetas en tránsito tampoco mostraban indicios de que se fueran a facilitar las cosas para restaurar su relación, generándose, por el contrario, más confusión y, probablemente, si es que aún cabía alguna posibilidad de arreglo, aquí quedó truncada definitivamente.
Cada uno siguió su camino y Manuel empezó a crearse una reputación de gran guitarrero, adelantando a su hermano en sus investigaciones. Entre sus logros, se encuentra el de mejorar la “guitarra de tablao” diseñada por José, que Manuel fue modificando hasta lograr el modelo que se consideró idóneo para flamenco y que ha permanecido con muy pocas modificaciones hasta el momento actual.
Manuel Ramírez y lAntonio de Torres
Pero en realidad, lo que más le interesó a Manuel fue investigar y desarrollar la guitarra clásica, y su objetivo fue superar al prestigioso constructor de guitarras Torres.
La verdad es que desconozco cómo llegaron a sus manos dos etiquetas de Torres. Un poco harto de que siempre compararan sus guitarras con las de Torres, dejando a las de Manuel siempre en un segundo plano, decidió construir dos guitarras en las que reunió todos sus conocimientos y pegó sus propias etiquetas en ellas y cubriéndolas, colocó las de Torres, encolándolas solo por las puntas.
Realizó una convocatoria, con fecha y hora, a todos los guitarristas, anunciando que tenía dos guitarras de Torres hasta entonces desconocidas y deseaba presentarlas. A continuación, cito las palabras con las que mi padre describe, en su libro “En Torno a la Guitarra”, el sonado acontecimiento. Naturalmente, acudieron en tropel tanto profesionales como aficionados criticones.
Se probaron las dos guitarras concienzudamente y se llegó a la unánime conclusión de que eran las mejores Torres conocidas. Insistió Manuel en recabar opiniones para que no pudiera haber luego retractación posible; siguió la opinión unánime y fue entonces cuando solemnemente retiró las etiquetas de Torres, ante ojos atónitos.
La guitarra de Andrés Segovia
En su currículum cabe añadir el hecho de que fue nombrado Luthier del Real Conservatorio de Madrid y que tuvo el honor de reparar los Stradivarius del Cuarteto de la Capilla Real. Asimismo, destaca muy especialmente la anécdota probablemente más conocida sobre él.
Se encontraba un día Manuel en su tienda de Arlabán, conversando con José del Hierro, catedrático de violín del Real Conservatorio, cuando entró un joven con un aspecto un tanto extravagante, cubierto con una capa y apoyándose en un bastón para “defender la facha” *.
Su intención era saber si Ramírez le alquilaría una guitarra para un concierto que tenía que dar. Manuel, que según tengo entendido tenía un gran sentido del humor, así como muy mal genio cuando la ocasión lo requería, encontró gracioso todo aquello de alquilar una guitarra, además del aspecto del joven, por lo que tratándole de “pollo” y con cierta grandilocuencia para darle pompa al asunto, decidió seguir la broma y le dejó a probar una guitarra cualquiera que tenía a mano.
Tal fue la maravilla que escucharon tanto Manuel como José del Hierro, que Manuel quitó al joven la guitarra de sus manos diciéndole que no era para él y le entregó una que había hecho por encargo para el ciego Manjón, un gran guitarrista del momento y un gran humanista por lo que sé, pero con el que Manuel tenía cierto resquemor porque había intentado regatearle el precio poniéndole defectos que no tenía.
El joven concertista se entusiasmó con aquella guitarra y les deleitó con un recital delicioso. Tanto fue así, que Manuel, impresionado por lo que había escuchado, le regaló la guitarra al joven, quien resultó ser el aún desconocido Andrés Segovia y que la utilizó durante muchos años en sus conciertos.
Esta guitarra es la que, poco antes de su fallecimiento, cedió al Metropolitan Museum of Art de Nueva York, con la condición irrevocable de que esa guitarra nunca fuera tocada por nadie. Esta información me la facilitaron en una visita que hice a dicho museo en el año 2001 y se la volvieron a repetir a mi sobrino Enrique cuando estuvo ahí con su hermano Javier para ver el histórico instrumento. Mucho valor tuvo que tener para el maestro Segovia esa guitarra cuando quiso que conservara para siempre su tacto y el sonido que en ella imprimió después de tantos años de trabajar juntos.
Muerte de Manuel Ramírez
Los altibajos en la vida de Manuel van a la par con los caprichos de los astros, que le dieron una existencia muy agitada y, por tanto, interesante e intensa, especialmente en ese período en que tuvo tantos traslados y cambios en su vida profesional.
Manuel Ramírez murió el 25 de febrero de 1916 sin dejar descendencia. Es extraño comprobar, tantos años después, que un planeta inesperado (Urano de paseo sobre su Luna natal) puso fin a una vida de forma seguramente súbita. Y, eso sí, dejó tras de sí un capítulo de la historia de la guitarra que nos marcó a todos con su sello particular, con ricas anécdotas y con un avance en el desarrollo de este instrumento tan español.
Escrito por Amalia Ramírez
Agosto 2012
Anotaciones
* Palabras textuales del propio Andrés Segovia al relatar, en una grabación muy emotiva, su encuentro con Manuel en su tienda de Arlabán.