Me han preguntado varias veces si yo he sido la primera mujer guitarrera, y al principio pensaba que sí. Desde luego era sabido que en las guitarrerías era bastante normal que hubiera mujeres que barnizaban a gomalaca con muñequilla, incluso a veces las mujeres de algunos guitarreros, como pudo ocurrir en el taller de mis antepasados. Pero cuando yo entré en el taller de mi padre, en los años 70, no teníamos noticia de ningún caso de mujeres guitarreras, porque se veía como algo muy raro que una mujer practicara un oficio que se consideraba de hombres.

Hasta que supe de la existencia de Concepción González, la hija de Francisco González, quien fue el maestro de mi bisabuelo José Ramírez I. Desde luego no puedo afirmar que ella fuera la primera mujer guitarrera, pero al parecer sí fue la primera reconocida en España ya que se empadronó como tal en 1882, el mismo año en el que mi bisabuelo se independizó, aunque su maestro había fallecido en 1879.

No obstante, el hecho de que Concepción González nunca plasmara su nombre en sus guitarras (en las etiquetas y en el taller figuraba: “Viuda e Hijos de González”, primeramente, y después “Hijos de González”), refleja claramente el papel oculto de la mujer en ese oficio, como en tantos otros en aquella sociedad. 

Una curiosidad que llamó mi atención fue que Concepción nació en 1855, exactamente un siglo antes que yo. Me gusta compartir con ella esa coincidencia y que aprendiera este oficio de su padre, como lo hice yo con el mío. Y supongo que también compartimos el hecho de haber crecido en una casa donde la guitarra era un miembro más de la familia pues siempre estaba presente, se hablaba de guitarras, nos visitaban guitarristas… A mí me encantaba ir al taller y dejarme impregnar por ese maravilloso olor a maderas y a cola caliente que son los perfumes de mi infancia.

Siempre se daba por sentado que sería mi hermano el continuador de la tradición familiar, y también se daba por sentado que yo no lo sería. Sin embargo, yo tenía otra opinión. Lo cierto es que cuando le dije a mi padre que quería aprender a hacer guitarras, me dijo: “muy bien, ve al taller, te asignamos un banco y empieza a hacer guitarras”. Y así fue.

También mi hermano fue mi maestro, no solo en la construcción de guitarras, sino en el aprendizaje de todo lo relacionado con nuestro negocio familiar. Así, cuando falleció, pude tomar las riendas sola y continuar, a pesar de que algunos guitarreros y fabricantes de guitarras en España decían que la Casa Ramírez había llegado a su fin. Incluso hasta tuve ofertas de comprarme la empresa, cosa que en ningún momento entró en mis planes. Afortunadamente tuve el apoyo de mis distribuidores, de clientes de toda la vida, de enamorados de nuestras guitarras… y eso siempre anima. Pero con ello o sin ello, yo habría continuado, pues me encantan los retos.

Actualmente mis sobrinos, Cristina y José Enrique, están en primera línea dirigiendo el taller conmigo en la retaguardia. Enrique es un guitarrero consumado, y está enseñándole el oficio a su hermana Cristina, una guitarrera en ciernes que combina su aprendizaje con las múltiples tareas que lleva en este negocio.

Solo me queda por decir que, en la actualidad, hay varias mujeres construyendo guitarras, como también las hubo en el pasado, que espero que más mujeres elijan este sendero tan bello de la guitarrería, y que no se trata de ser la primera, sino de ser lo que se quiere ser.

Artículo escrito por Amalia Ramírez

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