En los tiempos en que mi bisabuelo, José Ramírez I, entró en el taller de quien fue su maestro, Francisco González, en la segunda mitad del siglo XIX, los aprendices entraban siendo aún casi unos niños y, según la costumbre, recibían durante su tiempo de contrato comida, vestuario, ropa limpia, cama, calzado… y muchos coscorrones de los oficiales. Poco a poco, muchos maestros empezaron a darles una aportación monetaria por su trabajo.
Desconozco cuál fue el caso de mi bisabuelo, pero lo que sé es que lo que él más valoraba fue poder aprender ese oficio, y más aún de un maestro como el que tuvo.
José Ramírez I y Concepción González
Durante su aprendizaje, José Ramírez I coincidió con Concepción González, la hija de su maestro, que también lo fue de ella.
Eso es algo que me gusta destacar, puesto que Concepción tiene toda mi admiración por haber seguido este oficio tan singular, teniendo en cuenta que el papel de la mujer no encajaba en esa profesión, como en tantas otras en la época en la que le tocó vivir.
Que mi bisabuelo y Concepción compartieran un espacio en el taller de Francisco González es algo que atesoro con un cariño muy especial.
Francisco González: gran constructor, inventor y maestro guitarrero
Francisco González debió ser un personaje extraordinario, y desde luego un gran constructor. Una de sus guitarras está expuesta en el Conservatorio de París, y ha sido muy valorada por aquellos que han tenido el privilegio de tocarla y de verla.
Nosotros tenemos también un ejemplar suyo en nuestra colección y se trata de una preciosa y sobria guitarra que da muestras de su maestría como artesano y conocedor de este maravilloso instrumento.
Francisco González, además de guitarrero, era inventor. Construyó un automóvil que se accionaba mediante palancas, y que funcionaba muy bien en terreno llano, pero no cuesta arriba, lo que consideró un fracaso y se dice que ese disgusto le costó la vida.
Nuestras raíces guitarreras
Me hubiera gustado tener más información sobre la historia de quien reconocemos y admiramos como nuestro maestro, la piedra angular de nuestro linaje, de donde parten nuestras raíces guitarreras y que, por tanto, continúan, por siempre, nutriendo nuestra evolución a lo largo ya de cinco generaciones y con la esperanza de una sexta, que acaba de llegar a este mundo a saber con qué destino y con qué propósito de vida. De pronto sabemos que llora en LA, y que pone los brazos en posición de estar tocando la guitarra.
Si elige nuestro camino, será también bendecido por la experiencia de ese maestro nuestro que también a él le ampara desde el siglo XIX. Todo un privilegio.
Amalia Ramírez
1 de febrero de 2023