Desde tiempos remotos, las mujeres han desempeñado un papel fundamental en las guitarrerías, aunque históricamente su labor se ha limitado al barnizado con muñequilla a gomalaca. Sin embargo, pocas veces se ha reconocido a las mujeres como constructoras de guitarras.
Un ejemplo relevante es el de Concepción González, hija de Francisco González, maestro de José Ramírez I. Concepción heredó el taller de su padre y continuó su obra, aunque las etiquetas de sus guitarras indicaban “hijos de Francisco González”. Este hecho demuestra cómo, en aquella época, las mujeres quedaban en el anonimato, aunque fueran las responsables de la construcción de los instrumentos.
Mujeres guitarreras en el anonimato
Es triste pensar en cuántas mujeres guitarreras permanecieron en las sombras debido a una sociedad que relegaba su trabajo. Muchas de ellas fueron pioneras que rompieron con las normas impuestas, pero su legado quedó enterrado en la historia.
Personalmente, fui la primera mujer guitarrera de mi familia, aunque no estaba previsto que lo fuera. Se asumía que mi hermano continuaría con la tradición. Sin embargo, siempre soñé con hacer guitarras y, cuando lo compartí con mi padre, me animó a unirme al taller, donde me asignaron un banco de trabajo.
Mi inicio como guitarrera
Mi aprendizaje en el taller fue revolucionario, ya que en esos tiempos aún se creía que este oficio era exclusivamente para hombres. Comencé con la construcción de guitarras flamencas, ya que eran más fáciles de elaborar por la docilidad del ciprés en comparación con el palosanto. Firmé mis primeras guitarras flamencas y clásicas, aunque el resto las firmaba mi padre, pues seguíamos sus diseños y utilizábamos sus materiales, como era tradición en los talleres artesanos.
Continuar el legado familiar
Tras el fallecimiento de mi hermano, asumí la dirección del taller y la tienda. Recibí el apoyo de nuestros distribuidores y clientes, aunque también enfrenté desafíos. En una ocasión, un cliente se negó a comprar una guitarra firmada por una mujer. Decidí no venderle el instrumento, aun si cambiaba de opinión.
A pesar de los rumores que circulaban sobre el final de la Casa Ramírez, me siento orgullosa de haber mantenido viva nuestra tradición. Hoy, la quinta generación, encabezada por mis sobrinos Cristina y José Enrique, continúa con el legado familiar, donde las mujeres tienen un papel reconocido y respetado en la construcción de guitarras.
El papel de la mujer en las guitarrerías ha evolucionado enormemente, y me llena de orgullo ver cómo somos parte activa de una tradición que ha resistido el paso del tiempo.
Por Amalia Ramírez