En algunas etiquetas y sellos de mi bisabuelo José Ramírez I y de mi tío bisabuelo Manuel Ramírez, aparece el nombre de fábrica de guitarras. Lo cual tiene sentido si tenemos en cuenta que la palabra fábrica viene del latín fabrica, cuyo significado es arte u oficio, trabajo artesano y también taller artesano.
Evolución de las Fábricas y los Talleres de guitarras
La única diferencia entre un taller de guitarras o fábrica y otro taller o fábrica era la calidad del trabajo realizado por unos y por otros. De hecho, la producción en cadena ya se realizaba entonces, con una tecnología muy rudimentaria empleada todavía en los años setenta en algunos lugares, como el que visitó mi hermano José Enrique para ver, con estupor, cómo amontonaban las tapas, unas sobre otras, con las barras y varetas recién encoladas de modo que, algunas de ellas, se inclinaban inexorablemente con la presión y otras se desplazaban, y así se quedaban.
Trataban a las guitarras como muebles, y no como instrumentos musicales. Por fortuna, eso también ha cambiado.
Y volviendo a la distancia que se ha ido produciendo entre las fábricas y los talleres de guitarras, hay que tener en cuenta que la evolución de la tecnología ha supuesto que las fábricas se alejaran de los talleres al contar con una infraestructura muy diferente a la empleada en un taller artesanal, como lo eran los de mis antepasados y como lo sigue siendo el nuestro en la actualidad.
Ahora sí que hay una diferencia sustancial. En las fábricas se emplea maquinaria más o menos sofisticada para una producción múltiple y en cadena (que algunos llaman “en línea” para maquillar no se sabe muy bien qué, ya que no hay nada malo en ser una fábrica), mientras que en el taller se realiza un trabajo artesanal pieza por pieza, sin masificación alguna.
Consideraciones sobre la Calidad y la Artesanía
Aunque en las fábricas de guitarras, durante el proceso de hacer y montar una guitarra, hay fases en las que tiene que intervenir la mano humana, que son las menos, cada guitarra pasa por diferentes operarios, cada uno especializado en el uso de cada máquina y en cada fase del proceso hasta su montaje. De esta forma, ninguno conoce el proceso completo de realizar el instrumento, sino la parte en la que se ha especializado. Y aunque la calidad de muchas fábricas es buena, no es artesanía, por lo tanto, no es lo que hoy en día se considera un taller, donde cada guitarra es íntegramente construida por la misma persona a lo largo de todo el proceso.
También hay que añadir que creer que una guitarra solo por haber sido construida a mano es mejor que una que se haya hecho en una fábrica es un error. Existen guitarras artesanas cuya calidad es muy inferior a otras hechas en fábricas. Porque hay talleres y talleres, fábricas y fábricas. Por eso, no se trata de tergiversar la realidad de ambas cosas como si una fuera mejor que la otra, simplemente son diferentes, con funciones distintas y no son comparables. Cada una tiene su espacio y su cometido, igual de válidos según sea su objetivo.
Siempre que haya calidad, las dos opciones son legítimas, de modo que quien comienza a tocar la guitarra, lo más aconsejable es la elección de una guitarra de estudio hecha en fábrica por ser de un precio más accesible, mientras que si el objetivo es un compromiso que requiera un nivel superior, el siguiente paso sería acceder a una guitarra artesanal de calidad. De hecho, los concertistas profesionales no suelen elegir guitarras hechas en serie, sino aquellas que han sido construidas por un artesano que domina todos los pasos del proceso y cuida cada detalle desde el principio hasta el final, a menos que la quiera amplificar, que entonces elegiría una guitarra de fábrica donde poder instalar un equipo que suponga hacer una obra en el instrumento.
Cuando mi padre, José Ramírez III, amplió su taller de guitarras enseñando el oficio a varios jóvenes para convertirlos en oficiales, porque quería responder a una gran demanda de sus guitarras, se empezó a decir que su taller era en realidad una fábrica -según el concepto actual, se entiende- lo cual es totalmente falso, puesto que en ese taller cada oficial construía cada guitarra desde el principio hasta el final.
Cada oficial se encargaba de realizar sus tareas de la forma tradicional, ayudados en ocasiones por los aprendices, lo que a su vez era parte de su formación para llegar a ser oficiales algún día si demostraban la destreza necesaria. Y así seguimos funcionando en la actualidad. Y así hemos funcionado siempre. Incluyo aquí unas fotografías de 1927 de nuestro taller de guitarras donde se puede ver claramente este hecho indiscutible:
También quiero señalar que hay quien considera que el artesano es aquél que realiza su obra de principio a fin, y una vez terminada su obra, la firma. Eso también es falso, porque desde siempre, tanto en los talleres de arte como en los oficios artesanos, hay un maestro, y sus discípulos, aprendices y oficiales le ayudan en la realización de su obra que firma el maestro como broche final, garantizando así la calidad del trabajo y su responsabilidad sobre ello. Me gusta poner como ejemplo lo que además de una obra arquitectónica es una obra de arte: La Sagrada Familia, de Barcelona. Nadie pone en entredicho que su autor fuera Gaudí, quien por supuesto firmó su diseño, sus planos y sus instrucciones, y aunque ha pasado un siglo de su fallecimiento, su obra se sigue construyendo en la actualidad.
En este mundillo de la guitarra, la cosa se complica cuando entran los intereses comerciales de quienes, sin ser ni fábricas ni talleres de guitarras, carentes de toda ética se dedican a opinar coronándose como los únicos poseedores de la verdad, maquillando las palabras para conseguir un fin comercial a costa de desprestigiar al otro o de restarle valor para imponer su criterio el cual. Según sople el viento a favor o en contra de sus conveniencias, cambia el rumbo contradiciéndose a sí mismos sin ningún pudor, con tal de vender lo que les interesa en cada momento. Ese proceder se define como competencia desleal. Pero eso ya es otra historia.
Nuestro aviso al navegante es que, a la hora de elegir una guitarra, lo mejor es prestar atención a los auténticos expertos en el tema, quienes son los fabricantes y los artesanos, los dueños de su propia historia y tradición, quienes producen y crean a diferencia de quienes solo tienen la palabra como herramienta para ganarse la vida con lo que otros producen y crean.
Amalia Ramirez
Madrid, 26 de feb. de 24