Oigo a menudo comentarios que afirman que las guitarras de los años 60 y 70 son mejores que las actuales. La respuesta es sencilla y lógica, y no deja de tener, también, componentes poéticos que hay que valorar.

Fusión entre guitarrista, guitarrero y maderas

Si nos referimos a guitarras de los 60/70, estamos hablando de instrumentos cuyas maderas están más curadas, con las resinas más cristalizadas, y con los barnices bien asentados. Y esto tratándose de guitarras que no han sido tocadas durante mucho tiempo. Pero si, además, son guitarras que se han utilizado con asiduidad, cuanta mayor asiduidad más maduro estará el sonido.

Es fácil imaginar a las vibraciones sonoras viajando a lo largo de las vetas de la madera, penetrando en las resinas y el barniz, grabando en ellos sus notas, sus melodías, su sentimiento… y también cómo la forma de tocar del músico, su pulsación, su ritmo y su color se suman a esa comunión entre el guitarrista y la guitarra… ¿Cómo no van a sonar mejor que otras con menos experiencia y antigüedad?

Por todas estas razones, nosotros recomendamos siempre respetar el barniz original de una guitarra, salvo cuando es absolutamente necesario porque el instrumento esté muy dañado, pues quitarle su barniz es como despojarle de parte de su bagaje y de su carácter único.

Guitarras con mal uso

Entonces habría que preguntarse qué pasa con una guitarra que ha sido maltratada, abandonada, olvidada en un rincón, descuidada, durante meses o, peor aún, durante años. Es iluso esperar que esa guitarra exprese la belleza para la que fue creada.

Por muy curadas que estén sus maderas y por muy asentado que esté el barniz, es poco o nada probable que esa guitarra de, ni mucho menos, lo mejor de sí. Huelga decir que seguramente necesitará ser reparada, reajustada, para darle una segunda oportunidad al calor de las manos adecuadas.

Así que la antigüedad no es necesariamente garantía de calidad. Lo es, por supuesto, de un buen hacer del artesano que la construyó, y también del cuidado del guitarrista que la eligió. Es lo que llamamos un trabajo en equipo.

Tenemos en nuestra colección guitarras que utilizó Andrés Segovia durante mucho tiempo y que están impregnadas de su sonido, razón por la cual no nos gusta dejar que otros guitarristas las toquen para no desvirtuar la memoria impresa en ellas. Y si alguna vez hemos aceptado que alguien las toque, ha sido de forma muy excepcional y siempre con la condición de que fuera por un brevísimo tiempo en el que tuvimos el privilegio de disfrutar de un eco del alma que Segovia dejó plasmado en sus maderas. Y siempre reconocido por todos los presentes en momentos tan especiales.

Para mí esa es la prueba definitiva de la fusión entre el alma del guitarrista, del guitarrero y de las maderas que dan forma al instrumento.

Amalia Ramírez
2 de mayo 2023

 

 

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